A Jana le gusta tanto bailar que no ha parado de contonear su cuerpo al ritmo de la música desde la tierna edad de seis años.

CUANDO APENAS comienza a sonar una dulce y gentil melodía, Jana eleva su cuerpo sobre la punta de sus diminutos pies como si fuera una figurita de porcelana tan delicada que podría romperse al más mínimo roce.

Pero no hay que fiarse de la apariencias, pues Jana no es tan frágil como parece. Su cuerpo esbelto, su piel sedosa y perfecta, y su cabello de color negro azabache son el resultado natural de sus prácticas de ballet diarias en centros de baile de su natal Praga. Jana se fue a París para trabajar con Petter Hegre sin saber una sola palabra de inglés, lo cual obviamente entorpeció la comunicación durante la sesión fotográfica.

Por suerte, la encantadora personalidad de Jana sirvió como un idioma internacional, y al final el resultado fue sobrecogedor.